Fragmento de prédica (Acuérdate de olvidar - Dante Gebel)
Hablemos del dolor, ese dolor que es causado por un enojo que no se extingue, que perdura a pesar del tiempo y las acciones.
Si hacemos el ejercicio de autoevaluar nuestra situación actual y nos preguntamos ¿tengo algún resentimiento? Las respuestas más probables serian: “no tengo”, “no, ya no”, “antes tenía pero lo superé”, “no le guardo resentimiento a nadie”, “me llevo bien con todos no importa lo que me hayan hecho o dicho”; y así podríamos seguir armando respuestas cada vez más elaboradas solo para denotar con más solvencia una simple cosa, nuestra apariencia de estar en paz.
El resentimiento es algo con lo que todos cargamos pero que preferimos no enfrentar voluntaria o involuntariamente, sea que nos demos cuenta que lo tenemos o que nos engañemos pensando que no está ahí. Pero negar el resentimiento es como negar que alguna vez sentimos dolor.
Pues el dolor debería ser considerado como una más de las leyes naturales que rigen la naturaleza por cumplir con las 3 características: es universal es decir que siempre que se den las condiciones sucederá independientemente de otras variables, es objetivo lo puede comprobar cualquier persona y es predictivo ya que al ser universal se prevé que en determinadas condiciones ocurrirá sí o sí.
Entonces todos tenemos razones para estar resentidos y detenernos a valorar si esas razones tienen fundamento o no, en muchos casos sería menospreciar historias cargadas de mucho amargura; violaciones, infidelidades, palabras, hechos y nadie que esté o haya estado de ese lado de la vida querría aceptar como si nada el dolor.
Por esa “razón” es que nacemos, crecemos, nos resentimos y morimos. Pero tal vez entender que tener las razones (no importa cuales sean) no son las que producen el resentimiento sino la actitud lo que en verdad genera y alimenta ese resentimiento.
Continuará…
Agradecimiento a:
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