Fragmento de prédica (Acuérdate de olvidar - Dante Gebel)
Generalmente las historias de nuestras vidas se componen por un protagonista y un antagonista, obviamente cada uno es el protagonista pero parece ser que dependemos necesaria y umbilicalmente de un némesis y cuando estamos resentidos esta suposición se convierte en norma; el resentimiento precisa de esto para darnos un sentido de superioridad con respecto al villano y nos posiciona como juez y parte del problema.
Sin darnos cuenta volver a sentir una y otra vez el enojo convertido en dolor nos sitúa en un escalafón más alto de una forma muy insana de vivir, “está bien me hizo daño pero no le guardo rencor yo soy bueno” afirmamos con severidad y parte de placer neurótico “pregúntale a él que me hizo” decimos. Pero si nos detenemos a describir o mejor, y más terapéutico aún, a escribir esos sentimientos por los cuales estamos resentidos con algo o con alguien nos llevaremos la sorpresa de no saber que plasmar o decir.
¿Te peleaste con alguien hace mucho tiempo? De seguro si lo intentas escribir no te acordarás el por qué y al hacerlo te darás cuenta que incluso los motivos no son los mismo por los que empezó el problema, ya sea que se adhirieron nuevos (porque así damos valía a lo que pensamos) o los antiguos mutaron (porque fuiste descubriendo, entendiendo y pensando).
De todas formas y aunque expliquemos a cabalidad cada parte del resentimiento, solo con leer esta serie de artículos es muy probable que nada cambie en tu interior, que nada de lo que se diga te haga olvidar esas sensaciones que lastiman lo más profundo de tu ser, es ahí cuando entenderás que la única salida, si es que la quieres, es el perdón.
Aunque entender el perdón es otro tema aún más extenso pues verdaderamente pocas personas conocen el verdadero perdón, ese que es tan genuino que siempre va de la mano del amor; la mayoría de nosotros solo conocemos aquel que mal dicho repetimos como mantra: “perdono pero no olvido".
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